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Del Alarmismo y la Sostenibilidad, el Planeta y la Ciénaga


Hace ya unos días que se nos presentó un terrible dilema: ¿son los premios RdeE sostenibles o insostenibles? A petición de los hiperactivos directores ejecutivos de La Fundación me propongo un derroche de disquisiciones para salir de tamaño pantanal.


Una vez aclarado que el empleo del término sostenible por nuestra parte obedecía a un saludable afán de mofa por su uso indiscriminado en todos los sectores y a todos los niveles, algunos no pudimos menos que meditar un poco. No es lo mismo un premio sostenible al alarmismo que un premio al alarmismo sostenible; esto es de cajón. Indudablemente los premios RdeE son sostenibles pues, a pesar de cierta indefinición coyuntural en su periodicidad y otros detalles irrelevantes, parece existir la voluntad unánime de que perduren más allá de esta imparable y especial primera edición.
Pero, ¿es sostenible el alarmismo? He aquí el meollo de la cuestión, la razón de ser del premio y lo que probablemente complique en extremo las futuras deliberaciones del jurado. ¿Qué es lo que premiamos?. Inicialmente los premios fueron concebidos para elogiar a la organización, institución, empresa o individuo que mejor hubiera colaborado en el solemne dislate de la Hora del Planeta para convertirse, sin solución de continuidad, en el premio al eco-asno del año y a la exageración más carcajeante y, finalmente y con perdón de los asnos, tal y como figura en el blog (no sabemos por cuánto tiempo)... bueno, ya lo han cambiado, disculpen ustedes (estamos de obras).

En un alarde de honestidad, Bastiat planteó a Luis I. Gómez una tremenda cuestión: no estaba de acuerdo con la denominación del premio pues, basándose todo alarmismo en una mentira, toda mentira era insostenible etc, etc. Hmm... no estoy de acuerdo. Quizá la base del alarmismo pudiera ser cierta, siendo las mentiras accesorias por tergiversación, exageración u omisión muy difíciles de valorar e incluso más importantes que la inexactitud de fondo. No voy a seguir por ahí.

Tampoco seré tan insensible como para recurrir al informe Brundtland (1987) en la resolución expeditiva de este galimatías. Nuestro admirado Orel en Valdeperrillos ya se tomó este trabajo: “Con lo fácil que es ir dosificando noticias acojonadoras para que no quede un solo día sin una buena dosis de acojone.” Por aquellas fechas a todos nos parecía estupendo lo que era el desarrollo sostenible y las enconadas discusiones se limitaban a si debía decirse sostenible o sustentable. Hoy, lo sostenible se ha salido de madre hasta no tener sentido alguno, y tan sostenible (o insostenible) puede ser una mentira como la trigonometría, una camella o una boda.

En este orden de cosas, el equipo de los premios RdeE se reserva el derecho de utilizar el término sostenible como mejor le plazca y declara que, aun sin estar sometido a la tiranía de las ventas ambientalmente amigables de producto o servicio alguno, lo utilizará tan mal como el que peor lo haga. En definitiva, de eso se trata precisamente.

¿Soy insostenible? ¡Pues tú más!
C.S.

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